En Alemania y Europa se discute mucho sobre los avatares en lengua de señas. Estas figuras digitales supuestamente traducen automáticamente textos o lenguaje hablado a señas y se utilizan en sitios web, aplicaciones o terminales de información para facilitar la accesibilidad. La idea suena moderna y práctica, pero muchos sordos reaccionan con escepticismo. Los oyentes ya tienen décadas de experiencia con teléfonos automáticos, donde primero se habla con una voz de computadora. Muchas personas oyentes consideran estos sistemas impersonales, propensos a errores y molestos. Si incluso los oyentes rechazan las máquinas, surge la pregunta: ¿por qué los sordos deberían depender de muñecos parlantes?
Teléfonos automáticos entre los oyentes
Los teléfonos automáticos existen desde hace décadas, especialmente en bancos, seguros y oficinas gubernamentales. A menudo se escucha: «Presione 1 para cuenta, presione 2 para asesoría…». Estos sistemas buscan ahorrar trabajo, pero generan frustración. No entienden acentos ni expresiones poco comunes y no permiten aclarar malentendidos. Casi todos los oyentes prefieren el contacto directo con personas. A pesar de los avances tecnológicos, no usan avatares telefónicos, sino que mantienen la comunicación humana. Esto demuestra que la tecnología por sí sola no reemplaza las conversaciones personales.
Avatares en lengua de señas: oportunidades y riesgos
Los avatares en lengua de señas buscan traducir textos automáticamente y representar señas. Un avatar es una figura digital que utiliza manos, gestos y, a veces, expresiones faciales para señalar. La idea parece moderna, pero en la práctica surgen muchos problemas. La lengua de señas es un idioma vivo y visual con su propia gramática, expresiones faciales y estructura espacial. Un ordenador no puede reproducir estas sutilezas completamente, por lo que muchos sordos dicen: «¡No queremos muñecos parlantes!».
Antes, los avatares se veían rígidos e incómodos, pero la tecnología ha mejorado. Los movimientos son más fluidos, las manos parecen naturales y algunos sistemas muestran expresiones faciales simples. Sin embargo, el problema real radica en la traducción del contenido. Los avatares reconocen palabras, pero no entienden el sentido de las frases. Con frases simples como «El ayuntamiento está abierto» funciona, pero con textos técnicos, médicos o legales pueden aparecer malentendidos graves. Un pequeño error puede cambiar completamente el significado de una oración. Por eso muchos sordos dicen: «Los avatares se ven mejor, pero no saben lo que dicen».
Las traducciones automáticas tampoco son aceptadas entre oyentes
Programas como DeepL, Promt o Google Translate usan inteligencia artificial para traducir textos automáticamente. Sin embargo, estas traducciones contienen muchos errores y a menudo no captan ni el sentido ni el contexto correctamente. En tribunales o documentos oficiales solo pueden trabajar traductores juramentados, cuyas traducciones son verificadas y reconocidas legalmente. Si incluso entre oyentes las traducciones automáticas no son válidas, resulta cuestionable por qué los sordos deberían depender de avatares.
Por qué los sordos a menudo reciben avatares
Otra razón para introducir avatares en lengua de señas es que comunicarse con personas sordas se percibe como difícil y laborioso para muchos oyentes. Deben hablar más despacio, mantener contacto visual, organizar intérpretes y adaptar su lenguaje. Esto consume tiempo y paciencia. Para algunas oficinas o empresas, un avatar parece una solución cómoda: sin intérprete, sin espera, sin esfuerzo adicional. En lugar de promover la verdadera inclusión, los sordos a menudo se «derivan» a figuras digitales. Muchos perciben esto como exclusión tecnológica, reemplazando la comunicación humana en lugar de complementarla.
Críticas de la comunidad sorda
La crítica es clara: los avatares no pueden traducir contenidos complejos de manera confiable, especialmente en temas sensibles. Existe el riesgo de que oficinas y empresas reduzcan el pago a intérpretes si creen que un avatar es suficiente. La lengua de señas depende de la expresión, la velocidad y la personalidad, mientras que un avatar siempre se percibe artificial y distante. Además, muchos sistemas se desarrollan sin la participación de profesionales sordos, lo que conduce a representaciones poco auténticas. Solo los humanos pueden transmitir correctamente emociones, contexto y significado.
Marco legal
La Ley de Igualdad para Personas con Discapacidad (BGG) exige accesibilidad, pero no permite que los avatares digitales sustituyan a intérpretes. Las autoridades pueden ofrecer avatares como complemento, pero los sordos mantienen el derecho a intérpretes u otras ayudas comunicativas.
Investigaciones y hallazgos
Estudios de la Universidad de Hamburgo, RWTH Aachen y del proyecto europeo SignON muestran que la comprensión con avatares es significativamente menor que con personas reales. Las emociones, expresiones faciales y la velocidad de las señas suelen parecer artificiales, y la aceptación es baja. En temas importantes como derecho, medicina o trámites administrativos, la demanda de intérpretes humanos sigue siendo alta.
Lo que los sordos realmente quieren
La mayoría de los sordos no desea robots, sino personas reales que dominen la lengua de señas. Quieren intérpretes confiables, personal oyente que sepa señas y comunicación directa sin barreras tecnológicas. Los avatares pueden servir para información sencilla, pero no deben reemplazar la comunicación humana.
Consejos para personas sordas
- Exigir intérpretes, incluso si se ofrecen avatares.
- Reportar avatares defectuosos para mejorar los sistemas.
- Revisar críticamente el contenido, sobre todo información importante.
- Apoyar proyectos con participación de profesionales sordos.
Conclusión
Los avatares en lengua de señas son una innovación interesante, pero aún no están desarrollados de manera confiable. Pueden ofrecer información básica, pero no reemplazan conversaciones, emociones ni responsabilidad. Si incluso las traducciones automáticas no son aceptadas entre oyentes, los sordos no deberían depender de muñecos digitales. La lengua de señas es viva, humana y culturalmente valiosa: pertenece a las personas, no a las máquinas.

