En un pequeño pueblo de la Toscana, Italia, ocurrió a finales de febrero de 2025 un trágico suceso familiar. Un joven sordo de 22 años, Davide Morganti, asesinó a su madre y luego incendió la casa donde vivían. El caso ha conmocionado a Italia y a toda Europa, no solo por la violencia del crimen, sino también por el trasfondo de abusos, maltrato y aislamiento que el joven habría sufrido desde la infancia.
Los hechos
La tragedia tuvo lugar el 25 de febrero de 2025 en la localidad de Montepiano, en la región de Toscana. Según medios italianos, Davide Morganti atacó a su madre, de 60 años, asestándole varias puñaladas, primero en el cuello y luego en distintas partes del cuerpo.
Después del asesinato, el joven permaneció encerrado en la vivienda durante once horas, junto al cadáver de su madre. Al amanecer del día siguiente, prendió fuego a la casa y, mediante gestos, avisó a los vecinos del incendio.
Los vecinos alertaron de inmediato a los bomberos y a la policía. Al llegar al lugar, los agentes encontraron el cuerpo de la mujer en medio de un gran charco de sangre, mientras las llamas consumían la vivienda.
Confesión con intérprete de lengua de signos
Tras ser detenido, Davide Morganti se negó al principio a hablar. Finalmente confesó el crimen con la ayuda de un intérprete de lengua de signos. Lo hizo con total frialdad:
“Yo maté a mi madre. También debería haber matado a mi padre, a mi hermano, a mi tío y a mi abuelo. Siempre fueron malos conmigo.”
El joven explicó que desde niño había sido golpeado y humillado por su familia. “Mi padre me pegaba en la cabeza, y todos se burlaban de mí”, afirmó. “Solo podía liberarme de la violencia del pasado si morían.”
Durante la confesión, no mostró lágrimas ni remordimiento. Incluso aseguró: “Hice lo que tenía que hacer.” Dijo que incendió la casa porque no quería seguir viviendo allí y deseaba borrar todo su pasado.
Problemas de salud mental
Las investigaciones revelaron que Davide Morganti tenía desde pequeño problemas de salud mental, aunque nunca se le diagnosticó una enfermedad psiquiátrica concreta. Los vecinos lo describían como un joven tímido, solitario y, en ocasiones, agresivo.
En el pasado había protagonizado varios episodios violentos contra su padre, quien decidió abandonar el hogar para evitar más conflictos. Desde entonces, Davide vivía solo con su madre, una mujer que trabajaba como limpiadora y que, según allegados, ya no sabía cómo controlar la situación.
Durante los seis meses previos al crimen, se registraron dos episodios de agresión contra la madre, uno de los cuales la llevó al hospital. En noviembre de 2024, Davide fue ingresado temporalmente en un centro psiquiátrico y se le recetó medicación. Sin embargo, él mismo reconoció ante la policía que dejó de tomar los fármacos porque “no estaba enfermo”.
La fiscalía ordenó su traslado a un centro de salud mental y revisa ahora su historial médico para determinar si era plenamente consciente de sus actos cuando cometió el crimen.
Un caso que plantea preguntas sociales
El caso de Davide Morganti va más allá de un acto individual de violencia. Expone la falta de apoyo y comprensión que muchas personas sordas sufren dentro de sus propias familias y en la sociedad.
En numerosos países europeos, las personas sordas viven en aislamiento debido a la ausencia de comunicación efectiva con sus familias, que en muchos casos no aprenden lengua de signos. Esto puede generar sentimientos de soledad, frustración y abandono.
Los expertos señalan además la falta de servicios de salud mental accesibles en lengua de signos. Sin esta comunicación esencial, los profesionales no pueden comprender ni tratar adecuadamente los problemas emocionales o psicológicos de las personas sordas.
Consejos y recomendaciones
- Apoyo temprano: Las familias con hijos sordos deben recibir orientación y acompañamiento psicológico desde una edad temprana.
- Aprender lengua de signos: Los familiares deben aprender la lengua de signos para comunicarse de forma real y empática.
- Atención psicológica accesible: Es fundamental aumentar el número de psicólogos y psiquiatras que trabajen en lengua de signos.
- Formación para autoridades: La policía y los servicios sociales deben estar capacitados para comunicarse y actuar correctamente con personas sordas.
- Sensibilización social: La sordera no es una enfermedad mental. Las personas sordas necesitan respeto, comprensión y acceso a los mismos derechos que los oyentes.
Conclusión
El caso de Davide Morganti es una tragedia marcada por la violencia, la incomunicación y la falta de apoyo. Un joven sordo, víctima durante años de maltrato y aislamiento, terminó cometiendo un acto irreversible.
Esta historia debe servir como advertencia: cuando no se escucha ni se comprende a una persona sorda, el sufrimiento puede transformarse en desesperación. Es urgente que las familias, las instituciones y la sociedad en su conjunto garanticen una verdadera inclusión, comunicación accesible y apoyo psicológico en lengua de signos. Solo así se podrán prevenir tragedias como esta.
Bild: Tiziano Manzoni/LaPresse

